domingo, 1 de junio de 2008

Pedrada etimológica.

Del que alguna vez fuera mi editor: Fernando Reyes.

PEDRADA ETIMOLÓGICA

Para Arrigo, in memoriam.

Desde muy chavo me gustó el estudio de las etimologías. Por ejemplo: Demonio viene de daimon que es una especie de genio o espíritu que aconseja a los hombres, y eudaimonia es algo parecido a la felicidad. Negro en griego se dice melancos, blanco, leucos y azul cianuros. Me encantan las palabras que de inmediato me remiten a cuestiones etimológicas: deicida, el que mata dioses; melífera, el que lleva y trae miel; agente, el que actúa por otro; o esta joya: afrodermalterosis, el que sólo experimenta placer con distintas pieles (por aquello del plagio, les informo que ya publiqué un cuento que aborda esta bella justificante de la promiscuidad). Y qué decir de palabras como escatológico, la cual dependiendo de su raíz tónica o átona, se refiere al sentido final del hombre o del universo, o bien lo referente a los excrementos.
Un amigo nunca me creyó que la palabra amar tenía, en sus orígenes indoeuropeos, una connotación onomatopéyica, pues, lo mismo que mamá, viene del sonido emitido por el bebé a la hora de mamar, cuando el infante pider ser amamamantado, y le llama a su ma. Como aquel compañero presumía ser alguien muy serio, le tuve que dar mis referencias bibliográficas; incluyendo –para que se fletara- el Crátilo de Platón.
El estudio del etymon, me dice, por una parte, que etilo tiene que ver con el alcohol, y ético, tiene que ver con ethos, que significa casa. Cuando mezclo etilo, palabras y lenguas como si el daimon me poseyera, pierdo el sentido y el estilo y las llaves y el taxi etófero, que me lleva a la dermelancolía de una mamafrocaribeña cuyo agente es alterhomo leuco de ojos cianuros quien es sorprendido encima de mi amada, ahora mamada. Triste me refugio en mi diccionario etimológico y busco el verbo sorprender: “coger desprevenido”. Efectivamente.

No hay comentarios: