jueves, 12 de junio de 2008

De las pascuas del tiempo*

Su majestad el tiempo

El viejo Patriarca,
que todo lo abarca,
se risa la barba de príncipe asirio;
su nívea cabeza parece un gran lirio,
parece un gran lirio la nívea cabeza del viejo Patriarca.
Su pálida frente es un mapa confuso:
lo abultan montañas de hueso,
que forman lo raro, lo inmenso, lo espeso
de todos los siglos del tiempo difuso.
Su frente de viejo ermitaño
parece el desierto de todo lo antaño:
en ella han carpido la hora y el año,
lo siempre empezado, lo siempre concluso,
lo vago, lo ignoto, lo iluso, lo extraño,
lo extraño y lo iluso...
Su pálida frente es un mapa confuso:
la cruzan arrugas, eternas arrugas,
que son cual los ríos del vago país de lo obtruso
cuyas olas, los años, se escapan en rápidas fugas.
¡Oh, las viejas, eternas arrugas!
¡Oh, los surcos oscuros!
¡Pensamientos en forma de orugas
de donde saldrán los magníficos siglos futuros!

*Julio Herrera y Reissig

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